domingo, 7 de junio de 2020

Confiteor: ¿qué nos queda?


Viejo Mundo, 
los sueños de antaño difuntos,
los planes ideados: disipados en cuestión de milisegundos,
y a pesar de eso
¿me siguen sentenciando?
¡Me siguen condenando!
por escribir relatos de almas,
como la mía,
que a día de hoy siguen de luto,
por las vidas perdidas en aquel
que osaron llamar
“Nuevo Mundo".

La culpa la arrastro desde mis inicios,
como todos los que sentenciamos los privilegios 
de esos muchos
y a día de hoy, 
muero por la culpa de todos y por la mía,
por mi culpa,
por mi culpa,
por mi grandísima culpa,
que me liquiden por ella,
antes que someterme
a sus falsos indultos,
adulterados 
por la sed de silenciar a los que estamos pendientes
de todos
sus sucios asuntos.

Y a cada protesta, el puño.
Y cada manifiesto, lo secundo.
Y a pesar de sus intentos absurdos,
mi vida no se fía, 
no la alterarán a su gusto,
y aunque muchos se quedaron atrás,
con sueños rotos y sin valor alguno,
mi vida no se fía,
no es producto.

En la hedionda cloaca del capital,
jamás me involucro,
y aunque mis palabras suenen rudas
antes prefiero que los míos,
(o quizás ninguno)
vistan de luto.

Es cierto, 
carezco de casi todo,
y poseo mi indiscutible credo 
de rescatar a mis hermanos,
aquellos que fueron
abandonados,
los olvidados,
los que se quedaron sin trinchera,
y con groseras formas,
rescatar sus almas del barro,
y si la guerra costara,
que teman los patrones,
que vayan preparando
sus clamores de clemencia,
porque la plebe no titubea,
al fin y al cabo,
así nos crearon,
con violencia,
pero sin contar
con nuestra eterna llama de la consciencia.

Solo me sostienen las teorías de esas noches infinitas
amaneceres en la orilla del mar,
escribiendo estas profecías,
al fin y al cabo,
¿qué me queda?
¿qué nos queda?
El mar, 
recuerdos del ayer;
nacer,
caer,
creer,
y viendo sombras por doquier,
combatir
hasta perecer;
y en esta orilla del mar
finalmente,
yacer.

Ay llorona...

  Yo soy el suspiro del viento, ese que te enfría los labios pero que airea tus dolores. Yo soy cada lágrima que derramo, si por llorar he l...