viernes, 22 de mayo de 2020

Liviano

Las manos sucias y la conciencia limpia,

el folio lleno por la pena que alberga,

los pecados sin enmendar,

los llantos sin nacer,

así crecimos;
trabajando y escribiendo relatos a las tantas,

reliquias olvidadas en esos viejos muebles

viejos sueños sobre esos papeles,

sintiéndonos culpables,

sintiéndonos miserables,

sintiendo el peso del presente en la espalda,

y la incertidumbre del mañana en la garganta,

sin saber que el peso ligero de la conciencia intacta,

nos salvará

de 

todo

este desastre.


sábado, 16 de mayo de 2020

Nada aniquiladora

Qué extraño este parecer,

qué extraña esta forma de desertar de la profundidad del vacío

ya no extraño las manos de esos que solían decirme que no hay nada sin mí,

pero todo conmigo,

no extraño la nada,

cada vez extraño menos todo

solitaria como el esquimal en su iglú

los ojos temblorosos,

lágrimas de aguanieve que castigan mi rostro con muecas largas y frías,

mirada gélida como agua de río,

corazón siberiano que busca el calor allí fuera,

lugar de inviernos largos y desiertos,

 y miradas llenas de inexistencias que no dicen nada,

ojos desiertos que renunciaron a todo.


Este paisaje donde la nada reina con magnificencia,

y eso para alguien con pensamientos eternos 

es una realidad insoportable,

me aniquila día a día,

y cada vez digo menos,

pero hablo más,

y callo más,

y albergo dentro este tormento en silencio

y le recito estos versos afligidos buscando un ápice de tregua

y me amparo en él cuando tirito estos sentimientos huecos,

arrastrando mis años de todo desde lo más profundo 

de esta ánima casi difusa y muda entre tanto humo de realidades tan banales

y mi tormento aúlla buscando consuelo en mi consciencia,

o en la luna,

que hace tiempo dejó de compadecerme,

pero aún así me sigue repitiendo: ¿qué ocurre en ese suspiro asfixiado, en esas manos inquietas, en esa mirada desconsolada y en ese corazón huérfano de calor y secuestrado por la frialdad de tu melancolía?

miércoles, 13 de mayo de 2020

Verdugo


Los espíritus del anochecer me han vuelto a hablar,
a tantear,
a tentar,
a intentar que los culpables de las pesadillas incesantes cumplan con la némesis
más adecuada, la más perentoria. 

Y yo,
 hipócrita de mí,
 intento aferrarme al candor del último llanto inocente que me queda,
pero persisten las noches de puertas golpeadas,
y recuerdos difusos de unos años donde el verdugo mató mi ingenuidad,
le manchó el rostro de sangre impura, 
y su mirada ya se vio corrompida,
y al estilo de García Márquez, 
me despedí de ella por siempre jamás con un beso en la frente.

Persisten las noches de temblor,
de escalofríos condenantes,
y de lágrimas que me mojaban el rostro con deshonor,
mientras el rostro que observo en el espejo me vocea:
culpable.

Y el verdugo siguió apuñalando año tras año,
la inocencia, la lucidez, el ímpetu de mi florecer,
las ganas de vivir,
y el cuchillo era cada año más afilado,
y año tras año cicatrizaban las heridas invisibles,
mientras otras supuraban,
y en las pesadillas hay dos verdugos que me persiguen ahora:
él y yo.

Y después de tanto ansiolítico,
tantas ojeras que acarrean consigo noches con relatos de novela negra,
tanto cliché de película dramática: alcoholismo y violencia,
después de soñar sudando miedo y muriendo en sueños,
y despertar en la morgue de los recuerdos traumáticos,
últimamente cuando aparecen los espíritus del anochecer,
ya no los ignoro,
y dialogamos y se ríen de mí por creerme verduga de algo,
y apaciguan mis pesares,
porque siempre al final de la noche,
al final del pasillo aparece el verdugo,
con andares tan patéticos,
pero con la mirada desafiante,
con sed de apuñalarme una vez más,
y justo ahí me dejo mecer por la penumbra,
y me dejo asesinar por enésima vez,
y dejo al verdugo ganar y que se vaya a dormir satisfecho,
pero su condición no le deja irse sin más,
así que se gira para ver las migajas que quedan de mí al suelo
y sonríe,
y entonces,
lo ejecuto.

Muerto el verdugo, se acabó la condena.

Ay llorona...

  Yo soy el suspiro del viento, ese que te enfría los labios pero que airea tus dolores. Yo soy cada lágrima que derramo, si por llorar he l...