miércoles, 28 de octubre de 2020

Volk y villano

 Aullido lejano,

la loba merodea en sus bosques en busca de su luna,

en busca de algo que está apunto de hacer que abandone su soledad intimidadora.


Hace muchas lunas que la loba huyó de su guarida

 para huir de su soledad, 

para esconderse de su soledad 

y al final, 

siempre acaba bajo un árbol 

con sus lágrimas de ácido 

el silencio como amparo

y su siempre soberbia soledad.


Este lejano aullido,

y esta soledad bandida,

los tragos nunca me sirvieron como abrigo.


Ardor en sus manos,

buscando mi rastro,

y su rastro,

la loba y su villano,

buscando terreno llano,

tu piel con mi piel,

apacigua mi llanto.


Corazón siberiano,

temblando en sus manos,

su tacto,

nadando en su lago,

mi pasado: un pantano,

su sabor amargo

padezco su estrago,

aullido lejano,

Hallé cobijo en sus manos,

su tacto:

sedante de mis llantos.


Mi indulto en sus labios.


Me persiguen los años sin sueños,

los daños de antaño,

mis naufragios sin barco, 

mis llantos en vano,

hurgarme salió caro.


El cristal de mi iris empañado por su aliento

resultó ser mi amparo.

Mi naufragio y su faro.


La turmalina negra irradiada por el Cobalto.

Zircón y espinela negra.

El cielo espacial del Onix y el océano del topacio.


Hay que ser un genio y un villano,

para poder amar a una mujer como yo,

una solitaria de silencios espaciales,

de suspiros que narran novelas,

y de manos que escriben toda una historia sangrienta.


Hay que ser demasiado genio y demasiado villano,

sobre todo lo segundo,

por hallarme en ese papel también,

para amar a una solitaria sin miedo como yo,

para amar a una villana de pensamientos sangrientos,

de pasado sangriento,

con el calor siberiano en el corazón,

(ese hielo que quema y punza bien dentro)

pero de tacto dulce,

únicamente contigo,

le diré a mi soledad y a mi pluma,

que estas lunas ahora ya no sólo me aúllan a mí,

que ahora también te aúllan ti,

que la luna nos espera a ti y a mí,

y que mientras ella mengua cada mes,

nosotros nos llenamos de ella,

y del uno al otro,

y nos besamos los lunares,

del cuerpo y del rostro.


Hay que ser muy villano,

para pertenecer a este cálido corazón siberiano.




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