El humo denso de la condena
remedio y veneno con algo de menta,
el aire me narra para rendirme cuentas,
miles de lunas desde que le escribí a mis pecados,
miles de lluvias desde supe que todo fue en vano,
miles de pecados ajenos que me pasean por el purgatorio,
repudiando las sanciones
y trazando la venganza,
moldeando las palabras pertinentes
para aniquilar la alevosía cometida conmigo misma
que me sigue escupiendo reproches,
y cada noche
lo de siempre: “ya no eres la de antes”.
La bandera blanca nunca fue una opción,
si no es con todo
que sea con nada,
si carezco de mi trinchera,
que vengan en mi vacía vereda,
en lo más recóndito de mi ser
se libran guerras con sangre,
pensamientos ya sentenciados,
planes clandestinos e ideas en ruinas,
poemas no escritos,
versos malditos,
la cabeza en la Media Luna Fértil
por eso cuando me miran se confunden,
por eso cuando me sentencian ya no se entusiasman
se encuentran con mi mirada vil,
con mi mente hostil,
hace muchas lunas que no me hallan débil.
A mi no me construyáis pirámides de heroicidad,
no escribáis mi nombre en las calles de la capital,
ni de la ciudad condal
la sangre escribirá la historia,
la sangre que derramaré será por mi,
por mi clase,
y la sangre que veréis manchar las ciudades
y los ríos,
será la de nuestros enemigos,
que me condenen,
que me repudien,
que me quemen,
que aún desterrada y las manos manchadas
la historia
(y la pluma)
me absolverán.