“¡Deprisa, que anochece!”
me repito cada vez que la noche va despertándose,
porque en la penumbra de la noche,
me acuerdo de las estrellas de tu cuerpo
y yo
-que soy Luna-
me acuerdo que jamás tendría que haberme encontrado al Sol,
que así se nos determinó.
Pero por bendición del cielo
o por caprichos de Eros,
la Luna y el Sol se encontraron,
y se rompieron el uno al otro.
Y ahora cada noche,
lloro y derramo mis lágrimas en el vacío del espacio,
apago los astros para no ver la fealdad de mi tristeza,
para no ver la fealdad de tu ausencia,
detesto mi existencia
sino es compartida con la tuya.
Cada noche le pido a los planetas que giren más pausadamente,
que necesito reposar en nuestros recuerdos.
Les prometo que pronto volveré a brillar,
les pido que le susurren al Sol de mi parte
que en su ausencia este universo,
me es indiferente,
que no le quiero hacer frente
sin él.
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