Las manos sucias y la conciencia limpia,
el folio lleno por la pena que alberga,
los pecados sin enmendar,
los llantos sin nacer,
así crecimos;
trabajando y escribiendo relatos a las tantas,
reliquias olvidadas en esos viejos muebles
viejos sueños sobre esos papeles,
sintiéndonos culpables,
sintiéndonos miserables,
sintiendo el peso del presente en la espalda,
y la incertidumbre del mañana en la garganta,
sin saber que el peso ligero de la conciencia intacta,
nos salvará
de
todo
este desastre.
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